Sun, 14 Mar 2010 16:30:00
ALMOMENTO.NET
POR FRANCISCO S. CRUZ*
EL AUTOR es un ex-profesor de historia de la UASD. Reside en Washington.
La censura -en cualquiera de sus modalidades- es la peor castración al derecho y al ejercicio de cada ciudadano de decir y de opinar lo que quiera (Pero, ¿quién no ha sido censurado de algún modo? ¿Quién?). Lógicamente, ese decir y opinar conllevan unas responsabilidades con la ética y el debido respeto a la verdad. En otras palabras, cada quien podrá decir lo que quiera; pero también -y hay que subrayarlo-, es responsable de eso que ha dicho. De modo que, de principio, estoy en contra de toda censura, aunque en algunos casos, ciertas vulgaridades ‘artísticas’ no deberían promoverse ni difundirse por ser precisamente eso: vulgaridades.
Lo del libro de Angelita -que he tratado de conseguir para leerlo-, es otra cosa: la intención aviesa y manifiesta (como la de todo trujillista) de vender una imagen paternal y maquillada de su padre y de un régimen de terror y sangre que él y sus secuaces impusieron por 31 años. Esa, sin lugar a dudas, es la intención. Pero de ahí, a censurar y prohibir su circulación, no estamos de acuerdo (si ese es fuere el caso), pues errores no corrigen otros.
Por esa intransigente creencia hacia la libertad de expresión, jamás sería capaz de sugerir, o siquiera insinuar a nadie que no lea tal o cual libro; aunque tenga un supuesto o cierto contenido tergiversador de la historia. Igual si se tratara de una película, un vulgar ‘reggetón’ -a propósito, anda circulando por ahí una basura que raya en el irrespeto y el mal gusto-, una obra de teatro, una exhibición pictórica o fotográfica.
Sin embargo, deberíamos resaltar que: el tema Trujillo y su régimen ha sido, desde hace muchos años, un rentable negocio bibliográfico en nuestro país (probablemente, porque ese mismo negocio -y sus planificadores orgánicos ocultos que aún respiran y escriben- ha fomentado el morbo y la curiosidad: anécdotas, grandezas y alabanzas en torno al ‘Jefe’, en vez del análisis histórico objetivo de aquel régimen: ¡Bosch-Cassá!) y quienes más se han beneficiado y apropiado de ese negocio han sido precisamente quienes ejercieron de esbirros, poetas, alcahuetes, ideólogos y de funcionarios públicos de ese régimen sanguinario (y su herencia, o semi-dictadura inmediata: los 12 años de Balaguer 1966-78) sin ningún reparo ético. Entonces, desde esa óptica puramente comercial, y voy a fungir como abogado del diablo, por lo siguiente: ¿por qué negarle a la hija del sátrapa el derecho de participar de ese gran negocio bibliográfico-comercial de tergiversación de la historia? ¿Cuál es la razón? ¿Monopolio o miedo? Ya lo sospecho.
Finalmente, sobre Trujillo y su régimen de oprobio, en mi opinión, casi se ha dicho todo. Y el que quiera creer en cuentos de Ada y de cuna -¡y demás pendejadas!- es porque quiere. Contrario, invito a los lectores a leer tres libros claves: “Trujillo: causa de una tiranía sin ejemplo”, “Crisis de la Democracia de América en la República Dominicana” (ambos de Juan Bosch), e Historia Social y Económica de la República Dominicana (tomo II-Roberto Cassá), y un artículo -sin desperdicios- de Amparo Chantada titulado: “El testimonio en la historia” (periódico Hoy 25/02/10), en donde la autora se pregunta con atinada rigurosidad científica: “… ¿Pueden escribir historia los Trujillo? No, solo fábula familiar…”. ¡No se diga más!
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POR FRANCISCO S. CRUZ*
EL AUTOR es un ex-profesor de historia de la UASD. Reside en Washington.
La censura -en cualquiera de sus modalidades- es la peor castración al derecho y al ejercicio de cada ciudadano de decir y de opinar lo que quiera (Pero, ¿quién no ha sido censurado de algún modo? ¿Quién?). Lógicamente, ese decir y opinar conllevan unas responsabilidades con la ética y el debido respeto a la verdad. En otras palabras, cada quien podrá decir lo que quiera; pero también -y hay que subrayarlo-, es responsable de eso que ha dicho. De modo que, de principio, estoy en contra de toda censura, aunque en algunos casos, ciertas vulgaridades ‘artísticas’ no deberían promoverse ni difundirse por ser precisamente eso: vulgaridades.
Lo del libro de Angelita -que he tratado de conseguir para leerlo-, es otra cosa: la intención aviesa y manifiesta (como la de todo trujillista) de vender una imagen paternal y maquillada de su padre y de un régimen de terror y sangre que él y sus secuaces impusieron por 31 años. Esa, sin lugar a dudas, es la intención. Pero de ahí, a censurar y prohibir su circulación, no estamos de acuerdo (si ese es fuere el caso), pues errores no corrigen otros.
Por esa intransigente creencia hacia la libertad de expresión, jamás sería capaz de sugerir, o siquiera insinuar a nadie que no lea tal o cual libro; aunque tenga un supuesto o cierto contenido tergiversador de la historia. Igual si se tratara de una película, un vulgar ‘reggetón’ -a propósito, anda circulando por ahí una basura que raya en el irrespeto y el mal gusto-, una obra de teatro, una exhibición pictórica o fotográfica.
Sin embargo, deberíamos resaltar que: el tema Trujillo y su régimen ha sido, desde hace muchos años, un rentable negocio bibliográfico en nuestro país (probablemente, porque ese mismo negocio -y sus planificadores orgánicos ocultos que aún respiran y escriben- ha fomentado el morbo y la curiosidad: anécdotas, grandezas y alabanzas en torno al ‘Jefe’, en vez del análisis histórico objetivo de aquel régimen: ¡Bosch-Cassá!) y quienes más se han beneficiado y apropiado de ese negocio han sido precisamente quienes ejercieron de esbirros, poetas, alcahuetes, ideólogos y de funcionarios públicos de ese régimen sanguinario (y su herencia, o semi-dictadura inmediata: los 12 años de Balaguer 1966-78) sin ningún reparo ético. Entonces, desde esa óptica puramente comercial, y voy a fungir como abogado del diablo, por lo siguiente: ¿por qué negarle a la hija del sátrapa el derecho de participar de ese gran negocio bibliográfico-comercial de tergiversación de la historia? ¿Cuál es la razón? ¿Monopolio o miedo? Ya lo sospecho.
Finalmente, sobre Trujillo y su régimen de oprobio, en mi opinión, casi se ha dicho todo. Y el que quiera creer en cuentos de Ada y de cuna -¡y demás pendejadas!- es porque quiere. Contrario, invito a los lectores a leer tres libros claves: “Trujillo: causa de una tiranía sin ejemplo”, “Crisis de la Democracia de América en la República Dominicana” (ambos de Juan Bosch), e Historia Social y Económica de la República Dominicana (tomo II-Roberto Cassá), y un artículo -sin desperdicios- de Amparo Chantada titulado: “El testimonio en la historia” (periódico Hoy 25/02/10), en donde la autora se pregunta con atinada rigurosidad científica: “… ¿Pueden escribir historia los Trujillo? No, solo fábula familiar…”. ¡No se diga más!
