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domingo, 21 de marzo de 2010

Ladrones de libros: pequeños rateros ilustrados



La sustracción de libros en librerías es un clásico del pillaje citadino. Muchos de sus autores se autodefinen como "románticos". Pero para los libreros son "simples y malditos delincuentes". Métodos y tipología.

Los andes 0n line-Argentina


Domingo, 21 de marzo de 2010

Por Rolando López

Muchos escritores han cargado de romanticismo al hecho de robar un libro en una librería. Lo hacen porque así se disfraza de suceso épico lo que es un delito, un hurto simple. Robar es robar y lo hacen los ladrones y quien quiere realmente leer un libro que no puede comprar lo puede hacer en una biblioteca o en la misma librería". De ese modo define Martín Gallardo, vendedor de la librería García Santos a una categoría curiosa de ladrones: los que roban libros en las librerías.

Ese tipo de sustracción de libros lleva tanto tiempo como las librerías. El lugar y la situación ayuda: gente silenciosa que se detiene en los estantes y que tiene la posibilidad de ojear (tocar) el producto; tienen, los presuntos compradores de libros, algo más a su favor: pocos que entran a una librería tienen un aspecto de pibes chorros y se cree, además, que alguien que ama las letras no tiene especial inclinación al robo. Pero no es así. Los roba-libros (en Estados Unidos los llaman "shoplifters") acechan a diario.

"Nunca nos cae alguien que haya sido sorprendido mientras robaba un libro; los que vienen acá (por los ladrones) no tienen inclinaciones intelectuales; una vez nos llegó uno pero había robado una notebook a un cliente", indicó una chica de la Oficina Fiscal 1 de Ciudad, donde están afincadas la mayoría de las librerías.

Sin embargo, de manera silenciosa, el trajinar de los roba-libros provoca una pérdida anual al negocio de 100 mil pesos, según la Cámara del Libro. Otro tanto sucede con las librerías pequeñas (las de usados, también llamadas independientes), donde el accionar de los ladrones es idéntico que en las grandes tiendas, con la diferencia de que los pequeños, por ejemplo, no colocan alarmas a sus productos.

"Esto hace más difícil la tarea de vigilancia. Uno tiene que tener los ojos abiertos porque en menos de un segundo un gran roba-libros puede guardarse uno o más ejemplares en su abrigo y uno ni se entera", cuenta Edgardo Spedaletti, de la librería Pirámides de Godoy Cruz.

Tipología

Los especialistas dicen que existen tres grandes tipos de ladrones de libros que se repiten en todos los puntos del país desde las librerías más grandes a las más pequeñas. "Uno es el que llamamos lector pobre: el que -una vez agarrado- indica que lo hizo porque no tiene dinero para comprar ese libro. Otro es el ladrón común que se vale de la oportunidad: si lo puede hacer lo hace y listo; son los que aprovechan si están en una librería y que aprovecharían si estuvieran en otra tienda: los llamados 'mecheros'. Y un tercer tipo, que es el más odioso, es el que roba por encargo: en los más de los casos son personas enviadas por otros libreros que quieren ese ejemplar porque ya lo tienen vendido", tal como explica Ecequiel Leder Kremer, vicepresidente de Capla (Cámara Argentina de Papelerías Librerías y Afines) y director de la librería Hernández de Buenos Aires.

"Uno de los inconvenientes de robar libros -sobre todo para un aprendiz como yo-, es que la elección está supeditada por la oportunidad", afirma un personaje de Roberto Bolaño en su novela "Los detectives salvajes". Bolaño, muerto en 2003, se cansó de decir en reportajes que en su juventud lo que más hacía era apropiarse de libros ajenos.

En la medida que se distinguen los tipos de ladrones de libros, a los vendedores les cambia la cara: está claro que ninguno de ellos les cae bien pero tienen especial animadversión con los que roban por encargo: "hay libros que nosotros vendemos a 800 pesos y luego los vemos en librerías menores a menos de la mitad; esos han sido robados por encargo", indica un vendedor de una gran librería del Centro.

Los oportunistas, por caso, se fijan en lo vistosa que pueda ser una obra (en cuanto a la edición) y entonces la roban o bien porque les gusta o bien porque creen que la pueden vender en otro sitio. Y más lejos del odio se ubican los lectores que no tienen dinero: esos algunas veces van y pagan por un libro barato para robarse uno caro que les interesa. Para Pilar García Santos, el ser pobre no le impide a uno leer. "Acá viene gente que compra libro todos los meses. Los consumidores de libro ahorran en otras cosas como la ropa o el perfume, pero no dejan de comprar", sostiene la mujer, propietaria de García Santos.

Metodología

"A más frío, más abrigo y entonces, más hurto de libros", esa es la regla de los comerciantes a la hora de explicar qué simplifica o complica la sustracción. "El método de meterse los libros entre la ropa es un clásico. Y cuando la gente entra más abrigada con sobretodos o camperas grandes, el guardar lo robado es más sencillo. En verano se complica la situación del chorro. De todos modos, una vez agarré a una chica que se había metido un libro en la bombacha", recuerda Spedaletti.

La mayoría de las grandes librerías cuenta con el sistema de radiofrecuencia que tiene que ver con el dispositivo de seguridad que colocan en los libros (en los más caros). "Igual, muchas veces sacan la alarma y salen del local sin que nada suene", opina Leder Kremer.

Pilar García Santos recuerda una anécdota particular: "Una señora de la que ya tenía sospechas de que me robaba volvió otra vez a la librería. Traía una bolsa que aparentemente estaba llena de algo. Bueno, comenzó disimuladamente a meter libros en esa bolsa que en realidad estaba llena de bolsitas de plástico arrugadas: es decir que se podían poner más cosas -libros en este caso- y la bolsa parecía igual de llena. Cuando la mujer quiso salir se lo impedí y le dije que ella me había robado otros libros antes. ¿Qué hizo? Me pagó aquellos libros, dejó los que quiso robar y se fue".

Textos: Rolando López - Ilustración: Rudi Pérez Moralejo

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