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miércoles, 29 de septiembre de 2010

Sobre el libro: No hay silencio que no termine de Ingrid Betancourt



Fernando Estrada

Miércoles, 29 de septiembre de 2010
tomado de Analitica.com

En dos días consecutivos he dado lectura a las 710 páginas y los 82 capítulos que conforman el libro de Ingrid Betancourt: No hay silencio que no termine (Aguilar, 2010). Imponiéndome avanzar sobre prejuicios compartidos de una personalidad política controvertida como la de Ingrid Betancourt, y una escritora elevada a la bóveda celeste por destacados columnistas, he avanzado entre las páginas de este testimonio sensible de una secuestrada, explorando mentalmente la estructura de sus argumentos y prosiguiendo con un espíritu abierto su itinerario desde las oscuras sombras de su cautividad hasta el amanecer de su libertad en el capítulo que titula: "la estratagema" (expresión de Clausewitz). Las siguientes reflexiones no constituyen una reseña, son impresiones bizantinas.

En su conjunto la obra me parece un testimonio singular. Más aún, creo que Ingrid Betancourt consigue ofrecernos un mejor tejido de su personalidad al hacerlo por escrito que cuando se comunica para el espectáculo de los medios. Página por página la narración de su marcha en medio de condiciones extremas de sobrevivencia, variados climas de la selva tropical y una geografía humana desordenada, se confunde con un ser humano tan sensible como racional. Se describe toda su potencia de homus homine lupus (animal hobbesiano) en el diálogo sostenido con el comandante del secretariado, Joaquín Gómez; la capacidad de mimetizar sus estados emocionales en un capítulo que abre lugares para chismes de salón: "discordia" (capítulo 79). Esos pequeños detalles, como los pasajes de meditación católica nos acercan a un ser humano ejemplar. Pero su singularidad no proviene sólo de estos caracteres, sino de la exposición de un mapa suficientemente completo sobre las condiciones en que se encuentran los secuestrados de la insurgencia, en particular, las Farc. No hay silencio que no termine es entonces un mosaico sobre la sensibilidad vulnerable de un ser humano ante las formas adoptadas por la guerra en Colombia.

Como he sido también testigo de esta barbarie veo que su autora sabe plasmarla, recreando momentos memorables como el capítulo: "Una Navidad triste", o en un pasaje propio de la idiosincracia colombiana: "El Sagrado Corazón" en donde se exponen motivos de expresividad religiosa, junto a los sortilegios propios de las gitanas de Girón, Santander, “La adivina” (capítulo 22). ¿Un testimonio de psicología profunda a la manera de Stefan Zweig? Creo que estamos cerca. Pero la obra reúne un poco más, estando por encima del famoso cuento largo de García Marquéz, sobre El secuestro. Aunque tomada como una obra ejemplar, no alcanza a desagregar tantos detalles particulares como la narrada por Ingrid Betancourt en su libro. A diferencia de la narrativa del Nobel su testimonio contiene extensos pasajes de un drama experimentado en la primera persona del singular. Estos elementos que constituyen un mérito de la obra son, sin embargo, su limitación. Volveré sobre este punto.

Ahora que el Mono Jojoy se conduce a los infiernos, algunos detalles del libro se vuelven reveladores. De hecho, en lo práctico, Ingrid Betancourt sólo tiene un encuentro con el Mono que, por lo demás, queda entrecortado por la sensibilidad de dos personalidades semejantes, aunque totalmente opuestas. Son como dos extremos que se unen. El ingrato encuentro entre Ingrid y Jojoy se localiza en medio de un panorama que trasluce completamente las formas de autoritarismo anacrónico de las Farc, y las delicadas condiciones emocionales de una secuestrada. Pasamos a lo histórico. En toda la obra se nos va revelando también el proceso involutivo de las Farc, desde los deteriorados cuadros de su comandancia analfabeta hasta la gravedad cínica de su militancia de base. Como si la guerra conformara un juego de marionetas dirigida por Chucky cara cortada. La cadena narrativa capítulo por capítulo demuestra que la suerte histórica de las Farc no depende únicamente de sus derrotas por parte del Estado colombiano, como de su proceso de descomposición. Estamos lejos de la organización política en armas fundada por Jacobo Arenas y Manuel Marulanda. Si las Farc se han ganado la fama de organización narcoterrorista, es lo de menos, en una selva hobbesiana como la Amazonía colombiana esta agrupación insurgente ha conseguido destruir todo el ecosistema y convertir a los secuestrados hacia su completa inhumanidad.

Son evidentes en el libro pasajes elaborados con acompañamiento. Notas en las que sobresalen apuntes de ensayo, reflexiones que superan el esquema psicológico. ¿Consejos editoriales, ayudas expertas? Un criterio de valor no debería precipitar de nuevo los prejuicios. Y prefiero quedarme con la obra como un testimonio singular. Pero no más. No creo que sea comparable, por ejemplo, con testimonios semejantes, Si esto es un hombre de Primo Levi, se me ocurre. Una obra de menor extensión, pero de superior alcance reflexivo. El libro de Ingrid Betancourt reduce la queja a sus condiciones personales, su espacio es caracterizado por las grietas que el secuestro consigue en una personalidad como la suya. En Primo Levi o Dietrich Bonhoeffer, que se cuentan entre mis preferidos, sus testimonios de cautiverio superan de lejos detalles de psicología personal. No son heroicos, porque se escriben como un legado compartido con la humanidad. Son universales, como las cartas de Antonio Gramsci o los fragmentos dolorosos de Spinoza. Del mismo modo, con esta lectura he tenido cerca las memorias de Piotr Kropotkin sobre la Revolución Rusa o el testimonio de Aleksandr Solzhenitsyn en Siberia, autores que sirven para contrastar. Y aunque la experiencia de otros conserva grados de distancia en el tiempo, se pueden reproducir acercamientos para distinguir su calidad.

Esta no es una reseña, insisto, ni se compone como una crítica. Algunos columnistas han celebrado la obra de Ingrid Betancourt como una pieza de literatura universal, otros, sin haberla leído, la colocan entre los mejores libros de la literatura colombiana. Sobre esto último debo confesar mi ignorancia, pues no tengo lecturas recientes de novelistas colombianos. Pero si se la compara con los llamados escritores de la penúltima y la última generación, es posible que tengan razón. Al tener una trayectoria analítica me inclino a considerar este libro excesivo en su extensión, con un meloso costumbrismo que se cruza repentinamente con movimientos posmodernos en su formato. Y su naturaleza heroica orienta los capítulos hacia un final de estilo Hollywood, con los pormenores de la Operación Jaque; y ella como una heroína de las barricadas de Paris en 1848. Sobre la duplicidad de su manifiesto origen colombo / francés, ésta se conjuga en el libro con relativo equilibrio, pero queda descubierta en su inmediato destino, luego de la liberación. Más aún, en sus declaraciones políticas y la fallida demanda contra el Estado colombiano, Ingrid se transforma en una personalidad por fuera de las páginas de su memoria literaria. Restándole al volumen el ruido de los medios de opinión y las entrevistas condicionadas por el mercado editorial, el libro es una obra singular. Aunque no excelente.

Creo que las obras literarias con pagos anticipados pierden su gracia. O celebridades que se edifican sobre el kitsch de los medios, que contrastan con la grandeza de un trabajo humilde como el de Robert Musil o Gogol, por ejemplo. Pueden objetarme, sin embargo, citando a Balzac que, según las descripciones de Baudelaire, combinaba su genialidad con la astucia para negociar sus cuentos y novelas con anticipaciones. No obstante, Balzac es Balzac, y según el criterio de Marx la obra de Balzac es un auténtico movimiento copernicano. ¿Cuál es el punto final? Que a pesar de los maravillosos contenidos de una humanidad dolorosa en el relato de su secuestro, el éxito del libro de Ingrid dependerá de los mercados del consumo kitsch. Por lo demás, serán contados los lectores que consigan llegar con oxígeno hasta sus páginas finales. Esto me recuerda que Juan Carlos Pastrana en una entrevista radial, afirmaba sin rodeos: "Aunque no he leído sino 40 páginas, creo que el libro se merece un Nobel".

persuacion@gmail.com

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