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martes, 21 de diciembre de 2010

Un Verso de Navidad


Por: Daniel R Scott
Ojalá pudiésemos meter el espíritu de la Navidad en jarros y abrir un jarro cada mes del año ( Harlam Miller )

En la noche, caminando rumbo al calor del hogar ( hogar viene de la palabra "hoguera" ) mis labios adornaron de luz mi caminar al entonar casi involuntariamente el sonoro verso de un viejo y querido cántico cristiano que celebra la navidad. Solia cantarlo mucho en la iglesia. Se trata de un jubiloso verso con el brillo de la legendaria estrella de Belén y con el prosaico aroma de establo y pesebre. ¿Por qué lo canto bajo los cielos tachonados de estrellas de este mes de diciembre? Elemental: se acerca otra navidad, montada sobre los humildes lomos del asno y del buey, en medio del silencioso frío nocturno, alegrando al de corazón sencillo y al que goza de la buena voluntad de Dios.
Estas fechas conmemoran el nacimiento más glorioso que haya visto la humanidad toda: el de Jesucristo, Rey de Reyes y Señor de Señores e Hijo del Dios Altísimo. Aquel que, bajo su irresistible influencia redentora, supo elevar a la humanidad muy por encima de sus miserias, dándole fines y propósitos nobles. Sí, con la venida de Cristo a la noche del mundo el hombre encontró rumbo y un lugar para descansar en el corazón de Dios. Aún los más escépticos tienen y tienden a reverenciar los valores que encarna la venida del Cristo y del Cristianismo a nuestros escenarios humanos. Renán, enemigo de la ortodoxia cristiana, en un momento de sinceridad, exclamó: "Si Jesús no era hijo de Dios, merecía serlo." Y el conocido filósofo Ignacio Burk escribió: "Los usos y costumbres y folklore llevan el sello de la tradición cristiana." Y añade: "Tambien nuestras instituciones: el dercho, la moral pública y la misma democracia en tanto proclaman la igualdad entre los hombres, razas y naciones, son cristianas." Cuando se ha olvidado esto, la humanidad parece retroceder al "caos primitivo" de Génesis 1. En días como los que hoy vivimos, cuando la fría e impersonal dureza del hierro es la filosofía imperante entre los hombres, se necesita oír de nuevo el "¡Gloria a Dios en las alturas!" de aquella lejana y tan cercana noche rebosante de luz.
Diciembre, y las casas y la ciudad se adornan con los símbolos propios de la navidad. Estas cosa alegran, aun ese olor a pintura nueva y fresca que cubre y engalana las paredes de nuestros hogares: alegra al espíritu al traer de lejanas tierras el gratísimo recuerdo de navidades ya pasadas ( todas las navidades de nuestras vidas, atropellandose alocadas en un mismo y unico punto de la mente. ) Todo lo lejano del ayer se hace presente: El mítico niño Jesús que gracias a la ternura materna de manos invisibles fue la primera y hermosa leyenda de los que fuimos pequeños; el arbolito salpicado aquí y allá con sus muchas luciérnagas sonrientes de luz; el tradicional pesebre con sus figuras de yeso que no se cansan de representar los memorables acontecimientos de aquella noche en Belén; las almas queridas de los que ya se fueron pero que evocamos con ternura en nuestros corazones y, en fin, otras tantas cosas más con sabor a "uvas del tiempo" que sería oportuno enumerar pero mejor guardamos en algún querido rinconcito del alma...
Es de noche. Voy a casa. Entono el sonoro verso de un cántico de navidad. Entonces la imaginación, febril y desaforada, la convierte en una "¡noche de paz, noche de amor!" No soy yo y esta noche no es esta noche. Todo se metamorfosea. Soy uno de los pastores anónimos que vela en la vigilia de la noche sobre mi rebaño. ¡Que noche tan fria Dios! Y que rutina. ¿Será mi vida toda la vida asi, sin cambios ni variaciones? Como quisiera que algún evento limítrofe le dé sentido a esta mi realidad mia tan material. Entonces se presenta repentinamente y sin previo aviso el ángel del Señor rodeandome con el resplandor de la gloria de Dios y diciendome: "No temas. He aquí te doy nueva de gran gozo: Os ha nacido en la ciudad de David un Salvador que es el Cristo. Esto te servira de señal: hallarás al niño envuelto en pañales, acostado en un pesebre"
Y yo que pensaba iba rumbo al hogar
Diciembre 1995

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