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miércoles, 13 de abril de 2011

"La narrativa venezolana vive un buen momento"



Méndez Guédez es uno de nuestros escritores que nos mira desde España. Invitado por la Universidad Simón Bolívar para las I Jornadas internacionales de literatura venezolana nos quiso dejar estas reflexiones
Por: Carmen Victoria Vivas










Juan Carlos Méndez Guédez es uno de nuestros escritores que nos mira de lejos, de España. Allí ha logrado un espacio nada común y sus libros se editan y venden como Dios manda.

Pero basta leer lo que sigue para caer en cuenta de que sus raíces locales siguen siendo apasionadas y firmes. Invitado por la Universidad Simón Bolívar para las I Jornadas internacionales de literatura venezolana nos quiso dejar estas reflexiones.

—¿Cuál es el diagnóstico que realizas de la narrativa venezolana actual?


—Es un momento muy positivo en tanto la visibilidad interna es mayor, y la conexión con el público en algunos casos parece haberse fortalecido.

Me resulta maravilloso que autores como Centeno, Barrera Tyszka, Vegas, Ana Teresa Torres y Oscar Marcano tengan su público lector, que escritores excelentes como Rubi Guerra, Miguel Gomes, Juan Carlos Chirinos o Rodrigo Blanco consoliden una obra cada vez más poderosa y perturbadora; que uno pueda intuir el crecimiento de Mario Morenza, de Liliana Lara, de Salvador Fleján, de Enza García; y que sea capaz de apreciar la consolidación y el virtuosismo de José Balza o Eduardo Liendo.

Pero no quiero abrumarte con una lista de nombres, sino decirte que hay diversas líneas creativas que ahora se van expandiendo y que me hacen ser optimista.

—En las jornadas literarias de la USB cuestionaste el optimismo desbordado con respecto a un posible Boom de la narrativa venezolana.


—No cuestioné el optimismo, sino el uso de ciertos términos. Siempre que aparece la palabra Boom para definir un fenómeno ocurre una tragicomedia. Sucedió con el supuesto Boom de la novela canaria; con el Boom de los narraluces; con el post Boom; con el Baby Boom; pequeños montajes publicitarios que a lo mejor dejaron obras interesantes, pero que como marca publicitaria se hundieron en el olvido.

Mejor pensemos que hay una interesante continuidad de una narrativa de gran nivel literario en Venezuela, y roguemos porque los editores y libreros descubran que la calidad puede ser un buen negocio.

—La editorial Lugarcomún acaba de reeditar tu novela El libro de Esther. ¿Qué sentido tiene esa reaparición de tu libro?


—Esa novela circuló mal en Venezuela. Pese a eso, consigo mucha gente que ha vivido momentos amorosos alrededor de ella. Es una novela que muchas personas han utilizado para enamorar, así que me siento feliz porque de nuevo está en la calle, y espero que mis palabras sirvan para que sucedan muchos abrazos inesperados.

Por otro lado, fue una obra que de manera oblicua derivó del texto bíblico en tanto allí a la mujer se le concede un especial protagonismo y eso fue lo que yo intenté en este trabajo. Mostrar la relación que desde la ternura, el respeto, y también la fragilidad tienen los hombres actuales con la figura femenina.

—¿Qué te aproxima ahora mismo a esa obra? ¿Qué te aleja de ella?


—Es la novela de un muchacho tímido de 29 años. Pero me siguen interesando mucho las pasiones humanas que allí se desatan, esa vibración que hay en sus páginas a partir de la historia de un hombre que emprende un enloquecido viaje para intentar descubrir qué ha sido de la mujer que amó en la adolescencia.

Creo que es una novela que emociona. En el fondo, dentro de ella se escenifica una lucha terrible: la lucha contra el olvido, la lucha contrta el tiempo. El protagonista de esta novela viaja a Canarias para intentar desafiar el tiempo y que la vida le conceda una segunda oportunidad.

—La revista Otro Lunes te dedicó un dossier hace poco y pese a que hablamos del aislamiento de la narrativa venezolana, tu obra es estudiada en Italia, Bélgica, Suiza, Estados Unidos, Suecia, Croacia, Francia…


—Perdona que te interrumpa, pero el momento internacional de la literatura venezolana es bueno. Sólo basta comparar el panorama actual con el de hace quince años.

En España ahora mismo puedes conseguir al menos a diez autores venezolanos recientemente editados y algunos con premios como los que obtuvieron Barrera y Gustavo Guerrero. Cuando yo llegué en el 96 sólo podías leer a Uslar Pietri.

Por eso si los escritores hacemos nuestro trabajo: sentarnos horas y horas y quemarnos los ojos escribiendo historias cada vez más profundas, más conmovedoras, más inteligentes, algo bueno seguirá sucediendo.

Yo veo que otros elementos del proceso literario están haciendo su trabajo: estas jornadas de literatura de la Universidad Simón Bolívar han sido una brillante idea: ya sabemos qué está pasando en la narrativa venezolana actual; ya podemos generar una red de apoyo mutuo.

Yo me marcho muy feliz. Estos días en la universidad me demostraron que la mediocridad y la barbarie chavista nunca podrán aniquilar ese otro país que piensa, escribe y sueña…

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