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sábado, 2 de julio de 2011

Ernest Hemingway en sus libros, guerras, ruedos y bares

Archivo / EL COMERCIO


EL COMERCIO.com
Flavio Paredes Cruz, Redactor

Hace 50 años se pegó un tiro con una escopeta de dos caños. Así, de su padre no solo heredaba la afición por la caza y la pesca sino la misma muerte y a la misma edad, 61 años.

El escritor Ernest Hemingway había llegado a esa tarde del 2 de julio de 1961, tras un intenso periplo por guerras y libros, bares y ruedos, penínsulas e islas, rudezas y depresiones. Contradictorio y conflictivo, soliviantado su genio construyó una de las prosas más ricas del siglo XX.

Entre la Primera Guerra Mundial y la Gran Depresión (1929), Hemingway halló en París la fiesta junto a otros autores de la ‘Generación perdida’, como John Dos Passos, William Faulkner, Francis S. Fitzgerald o John Steinbeck. Los cinco compartían las experiencias de la guerra, ya como miembros de las Fuerzas Armadas, ya como corresponsales.

Así llegó Ernest hasta la Guerra Civil Española, a sus simpatías por el bando republicano; cuando en su habitación del madrileño Hotel Florida las pulsaciones en su máquina de escribir se correspondían con los estallidos del obús. El ruido y la llamarada se los pasaba con whisky y café; en delirio asomaban ya los pasajes de ‘Adiós a las armas’ o ‘Por quién doblan las campanas’.

Pero España, para Hemingway era sobre todo Pamplona y los sanfermines. El mundo de las corridas y las plazas. Una afición que más que por los toros se iba por los toreros, por la figura del hombre y el sino trágico, por una valentía que el estadounidense admiraba. Así lo deja ver en ‘El verano peligroso’, donde narra la amistad/rivalidad entre dos grandes de la época Antonio Ordóñez y Luis Miguel Dominguín. Mientras que en ‘Muerte en la tarde’, la pluma de Hemingway ya traduce el sentido trágico de las corridas.Además de los encierros taurinos, otros encierros, los del bar, eran también frecuentes en la vida de Hemingway, con inseguridades y depresiones de por medio. En las tascas madrileñas era conocido como ‘Don Ernesto’.

En cambio en las cantinas cubanas era ‘Papá Hemingway’, el escritor que vivía en Finca Vigía, donde pasaba tecleando su Royal. Por que si no estaba allí, se encontraba navegando en su yate Pilar por las costas del norte de la isla y riendo en el cayo Media Luna, o compartiendo tragos con los pescadores de Cojímar.

De por ahí, en medio de una mala racha habrá salido Santiago para luego habitar las páginas del relato ‘El viejo y el mar’, acaso el más conocido del autor y en el que él decía haber encontrado el estilo que siempre había buscado. Lecturas de por medio, el lector podrá asentir o negar.

Pero lo cierto es que en 1953 ganó el Pulitzer y en 1954 consiguió el Nobel, premio que -sostuvo- correspondía a Cuba.

Ernest Hemingway y su escopeta de dos caños. Así murió, hace 50 años, quien dejó escrito que “El hombre no está hecho para la derrota. Un hombre puede ser destruido, pero no derrotado”.

HOJA DE VIDA

Ernest Miller Hemingway

Nació en Oak Park, EE.UU., el 21 de julio de 1899. Fue periodista y escritor.

El New York Times, en 1950, reconoció a Hemingway como "el escritor en lengua inglesa más importante después de William Shakespeare".

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