Perla Julieta Ortiz Murray
Vivimos en un mundo en el que el pensar correctamente parece haberse olvidado. Las mentiras son fácilmente disfrazadas de verdades persiguiendo el único objetivo de minimizar la capacidad pensante de la población, sobre todo de la joven, a quien se bombardea mediáticamente inhibiendo de esa forma su facultad de abstracción: que si solamente vas a ser bella si consigues ser flaca a como dé lugar, que solo las toallas sanitarias “X” son las únicas con las cuales conseguirás una sensación de pureza interior y suave olor a manzanilla o si las dichosas pastillitas de la M y la F te harán sentir más hombre porque no son para el que no puede sino para el que quiere más. Eso por hablar únicamente de los comerciales de ciertos productos a quienes nuestro proceso de inferencia quizás nos permita relacionar más ampliamente. Tratándose de cuestiones sociales, la cosa se pone peor…
Tomemos como ejemplo las recientes elecciones presidenciales: quienes tenían la mayor frecuencia de apariciones en los medios -y ni decir nada de los mejores enfoques- eran los candidatos oficialistas y semi-oficialistas: Madrazo, Calderón, el niño verde y sus respectivos coequiperos: vendían su mensaje con la cara bien maquillada y las luces suavemente enfocadas hacia sus rostros. No vamos a discutir aquí si quien ocupa hoy la silla presidencial merecía o no hacerlo, pero el valor del juego mediático en ello resultó indiscutible, considerando sobre todo que jamás se dio una igualdad de oportunidades para los candidatos de la izquierda, en quienes la tijera de la edición nunca funcionó para mejorarles la imagen: siempre eran los despeinados, los que aparecían sudados y a quienes se colgó la fácil etiqueta de peleoneros. Nos referimos concretamente a López Obrador y a la candidata Mercado, diferencias de porcentaje incluidas. Lo anterior, en palabras del analista italiano Giovanni Sartori se conoce como “informar desinformando”.
Hoy, las cosas no son muy diferentes: Los contratos en el millonario juego de la industria energética al Grupo Empresarial del Sureste –léase el recientemente fallecido Secretario de Gobernación Juan Camilo Mouriño y family- son una forma de pagar muy neoliberalmente el dinero invertido por ellos en la campaña presidencial panista. Hoy las concesiones para el establecimiento de gasolineras se otorgan a este luego de tres meses de ser solicitadas, sin previo estudio de impacto ambiental y en lugares donde se ubican otras a menos de cien metros, lo cual viola flagrantemente ordenamientos legales en la materia cuando cualquier otra persona que se proponga tener un establecimiento de éstos invierte más de un año solo para conseguir los permisos correspondientes,. Díganlo si no los gasolineros oaxaqueños, concretamente los de la región del Istmo de Tehuantepec, el caso más reciente, donde en tiempo récord GES instaló tres de estos negocios en las condiciones antes descritas.
Oaxaca es otro caso. De un tiempo a esta parte, parece haber un virtual acuerdo para no hablar de los desmanes que sigue cometiendo Ulises Ruiz Ortiz -a Dios gracias no relacionado en forma alguna con la autora- no se habla ya de los movimientos magisteriales masivos paralizando todo el Estado, de los soldados incursionando en la Sierra Madre presuntamente en busca de narcotraficantes y guerrilleros, pero también en labor de acallar bocas indígenas que se abren en la lucha por sus derechos ejidales, pisoteados por terratenientes, sobre todo por los cafetaleros chiapanecos, que desde hace más de cuarenta años pelean a las etnias oaxaqueñas la propiedad de las ricas tierras irrigadas por el río Papaloapan, limítrofes con Chiapas y contra quienes han recrudecido sus ataques con guardias blancas desde que URO está gobernando. Ah, pero eso sí, tampoco se dice nada de la casa que a fines del año pasado adquirió en el D.F. siendo ya Gobernador de uno de los Estados más pobres de la República Mexicana a solo media cuadra de la de Carlos Slim, hoy por hoy el hombre más rico del mundo, en una zona donde la cotización de los terrenos es en moneda estadounidense ¿paradójico, no? Pero hay algo aun más increíble: si usted dispone de TV por cable puede ver en uno de los canales el promocional de un programa donde se invita a los potenciales turistas a visitar el bello –eso sí es cierto- y “tranquilo” Estado de Oaxaca, promocional en donde al final se lee “este es un programa pagado por el Gobierno del Estado de Oaxaca”. Hablamos de publicidad en el canal A&E, cuyo importe tasa por miles en la moneda extranjera anteriormente mencionada. .
Quizás el pretexto para el programa anterior sea aumentar la afluencia de turistas a la zona, pero también sabemos que la mayor parte de las veces esa derrama económica nunca llega a quienes debe llegar; los prestadores de servicios turísticos siguen pagando salarios de hambre y existen aun pueblos en condiciones de vida equiparables al las del siglo XV, sin caminos de acceso, agua, luz, ni escuelas y a merced de caciques como aquellos de quienes él desciende. ¿Será por eso que –en entrevista con representantes de la prensa extranjera acreditados en México- este funcionario se llamó incomprendido por sus propios gobernados debido según él a sus ideas innovadoras y expresó sentirse merecedor de Estados ricos como el de Sonora, donde sí lo comprenderían? Lo único que ahora muestran las imágenes del citado Gobernador son escenas en donde se le ve plácidamente sentado en un sillón conversando sobre la paz y el clima de concordia que reinan en su territorio. Tanta tranquilidad abruma y más cuando leemos noticias publicadas como nota de interiores en algún periódico, tal las del asedio sufrido desde el año 1996 a la fecha por las radios comunitarias de ese Estado, del cual han sido víctimas por parte de la propia Secretaría de Gobernación primeramente, quien no solo ha suspendido sus permisos para transmitir, pues entran en competencia con las cadenas de radiodifusoras comerciales, quitándoles escuchas al emitir la programación en sus lenguas autóctonas, hasta la requisa violenta de instalaciones y equipo, como denuncia en nota aparecida en el periódico “El Universal” de la Cd. de México, el domingo 27 de abril de 2008, Leonel Gómez, Coordinador de la Red de Radios y Televisión Comunitaria del Sureste Mexicano, con sede en San Francisco del Mar, Oax. Estas estaciones se han convertido en un espacio de denuncia y reflexión por parte de sus radioescuchas, quienes las ven como un escape a su cotidianeidad y un enlace con sus más de dos millones de coterráneos de las etnias triqui, huave, mixteca, chatina y zapoteca residentes en los Estados Unidos, pues a través de las emisiones intercambian todo tipo de mensajes, que pueden escucharse en gran parte del mencionado país. Nacidas como proyectos para elevar la cultura y la educación, en el cumplimiento de su cometido al día de hoy una de ellas acaba de enfrentar la pérdida por asesinato de dos de sus locutoras, en un ataque por demás sospechoso, llevado a cabo con armas de alto poder, como si de delincuentes de alta peligrosidad se tratara. En un comunicado por demás increíble, dada la forma de perpetrar el crimen, el Procurador de Justicia oaxaqueño indicó que el atentado no iba dirigido contra Felicitas Martínez y Teresa Bautista, las locutoras ultimadas, sino contra quien las llevaba en su automóvil. A menos de diez metros, en pleno día y con armas para uso exclusivo del ejército, imposible fallar, solo si los tres tiradores hubieran padecido algún tipo de ceguera… en este caso atribuida al pueblo por quienes emiten esos comunicados de tan demostradas pocas luces. De manera directa y parafraseando nuevamente a Sartori, advertimos: “el espectador solo ve lo que el medio quiere que vea”, y en este caso, el poder. La lista en este sentido sería larga, desde ya contenidos en ella Enrique Peña Nieto en plena campaña por la Presidencia, igual que Eduardo Bours, propietario junto con su familia, de la empresa Bachoco, actualmente investigada por la Procuraduría General de la República debido al aseguramiento de más de veinte tractocamiones de ese negocio, repletos de grandes cargamentos de marihuana, cocaína y pastillas psicotrópicas ocultos entre los pollos y huevos transportados. (Editorial aparecido en el número 1643 de la revista Proceso en línea, domingo 27 de Abril de 2008) y nuestro infaltable poblano Gober precioso Mario Marín saliendo exonerado de los reclamos de justicia hechos en la propia Suprema Corte por la periodista Lydia Cacho Ribeiro gracias a los alegatos del Ministro Sergio Salvador Aguirre Anguiano, para quien, entre otras lindezas –y lo cito textualmente- “la tortura no es más que un procedimiento ilegal, pero no se puede desconocer que a través de ella se puede llegar a la verdad” (Tomado del boletín emitido por la ONG Red Interactiva de difusión del Observatorio Ciudadano de los Derechos de las Mujeres, Noviembre de 2007),. Ahora sí, como en el “poema de Garrick” de Juan de Dios Peza, la situación está “para reír llorando” ¿o no?.
Al perderse la capacidad de abstracción, paulatinamente se van perdiendo también otras capacidades, como las de discernimiento e inferencia, El sistema educativo castrante en el que estamos inmersos nos reduce, mediante el estímulo del conformismo, a no tener intelectualmente los recursos necesarios para efectuar las oportunas analogías que nos permitan comparar situaciones, no ya con países europeos, sino con similares latinoamericanos donde la cosa está un poco mejor, como Argentina y Chile. Me refiero aquí a un sistema educativo castrante porque solo de esa manera puede llamarse a uno que desde el inicio no fomenta en sus estudiantes el amor a la lectura y el uso de esta como arma fundamental de superación: Muy sabido es que mientras en encuestas realizadas por la OCDE (Organización para el Desarrollo Económico por sus siglas en inglés)entre 32 países del área, las dos naciones mencionadas líneas arriba aparecen en los primeros lugares, con un nivel educativo elevado y un número de lectores ídem, al nuestro solo lo siguió Haití en la lista; ya muy sobado y ampliamente recordado el ejemplo, pero no por ello menos doloroso.
Nuestros estudiantes, provenientes de escuelas oficiales la mayoría -aunque las escuelas particulares no se caracterizan tampoco por lo contrario- llegan a la universidad con una flojera mental aberrante: pareciera costarles un enorme esfuerzo realizar los procesos mentales básicos; un análisis concienzudo de un texto, partiendo de inferencias básicas en la mayoría de los casos, está lejos de su alcance. Esto no es su culpa: Citando a Donna Marie Kabalen y a Margarita A. de Sánchez en su libro “Lectura crítica” (unidad tres; pág. 155) el razonamiento analógico como instrumento de pensamiento faculta a la persona para facilitar “la comprensión profunda de la lectura y desarrolla las estructuras cognoscitivas que sustentan el razonamiento abstracto y el pensamiento formal”. Ambas cosas que nuestro sistema educativo nacional aparenta ignorar fomentando desde la escuela primaria el situar a los estudiantes únicamente en un nivel de lectura literal, donde no se preocupen por debatir lo que se les presente, sino únicamente por repetir –a modo de recitación- los sonidos ahí simbolizados. Lo antepuesto no es casual: quien lee adecuadamente cuestiona y quien cuestiona exige sus derechos….
El círculo se va cerrando: ficticiamente no hay ningún medio de donde asirnos para salir de la mediocridad intelectual en la cual nadamos y digo ficticiamente, porque sí los hay, solo que por política no se muestran. Es el caso de las iniciativas culturales, pocas y sujetas a toda clase de trabas. La primera de ellas no ha sido gratuita: por años se ha hablado de “cultura” como algo ajeno al entorno popular, sin considerar que la palabra cultura se refiere, en su significado gnoseológico, a todas las expresiones del ser humano en sociedad y al restringir su concepto cuando mucho a sus expresiones clásicas y a la raigambre tradicional (artesanías y expresiones étnicas o musicológicas antañonas, dicho lo anterior sin afán demeritante alguno), restringimos también un importante asidero a utilizar para quienes no se conforman con lo visto y vivido cotidianamente. Así, un graffiti, nos guste o no, es con todo lo que ello implica, una expresión cultural, con tanto derecho a existir y mostrarse como la pintura cubista de Picasso, solo que los medios para ello no han sido los idóneos y nuevamente se restringe –al graffiti y por extensión al graffitero- a su expresión simbólica de lenguaje clasista y agresivo, cuando, mucho más que eso, es un símbolo, sí, pero de inconformidad, erróneamente visto en un sentido peyorativo. Citar ejemplos podría convertir esto en una lista larguísima y no queremos correr ese riesgo, pero llegados a este punto, vale la pena preguntarnos qué tanto la anterior como expresión cultural y otras adjuntas a ella podrían también considerarse contracultura o hasta dónde se haya dado su absorción por el entorno.
Si tendemos a considerar la parte de inconformidad que toda manifestación social lleva implícita per se como una afirmación de agresividad, nuestra capacidad de pensar críticamente se reduce a su mínima expresión. Incurrimos entonces en la falta de análisis y en todo lo que esto conlleva: poca o nula utilización del proceso de inferencia, no establecemos nexos entre elementos aparentemente discordantes y damos por hecho todo lo que se nos dé y como se nos dé. Es fácil entonces que nos formemos una opinión no construida sobre las bases de la lógica, sino del fanatismo y la ignorancia. Llegados a este punto, nos hemos convertido en entes fáciles de manipular y nuestra capacidad de abstracción como sociedad habrá llegado a su mínimo.
Hagamos entonces un cálculo del coste que para nuestra misma condición gregaria entraña lo anterior: Una pérdida importante de acceso a mejor calidad de vida en todos sus aspectos, un manejo corporativo de nuestros derechos como individuos y un retroceso enorme al privilegiar el uso del lenguaje perceptivo –mucho más pobre en su capacidad connotativa- sobre el conceptual o abstracto. Quizás demos por sentado que la merma de la capacidad connotativa en el habla no importa tanto, pero detengámonos un poco a pensar que ella ha necesitado de un acontecer histórico para construirse y al limitar el uso de vocablos y sus respectivos significantes y significados, se limitan también nuestra perceptiva concreta como pueblo y nuestro concepto de nación. Volvemos entonces a lo mismo: Un pueblo con un concepto de nación debilitado es fácilmente manipulable debido al desconocimiento de sus hitos históricos y el lenguaje no escapa a esta constante, pues en su construcción es el primer hito histórico de una nación.
Llegados a este punto, retomemos: El sistema educativo (o tal vez debiéramos decir des-educativo) imperante en México ni privilegia el uso de la lectura, ni privilegia tampoco el conocimiento de la Historia –y díganlo si no las últimas reformas educativas en las cuales ya no son consideradas materias esenciales ni ésta ni el Español- más bien tiende a limitar su enseñanza y a hacerla lo más light posible, porque entiende que quien lee cuestiona y quien conoce el devenir de su nación como tal exige y pone énfasis en evitar la repetición de los yerros pasados. Es ficticio entonces el hecho de que no haya ningún asidero para salir de esta medianía intelectual imperante. En la era de la globalización, esto responde a intereses creados no tanto desde la cúpula gubernamental, sino desde la óptica de quienes se benefician con ella: para que sus intereses persistan, basta la producción masiva de mentes atrofiadas, que muy adecuadamente no utilicen sus procesos mentales como es debido y por tanto, no reclamen y dígalo si no Marshall McLuhan…
Volvamos de nuevo la mirada hacia la cultura o hacia lo que nuestros gobiernos consideran como tal. En nuestra entidad, o por lo menos fuera de su ciudad capital y fuera también de los festivales “Horas de Junio”, “Alfonso Ortiz Tirado” y tal vez “Un desierto para la danza”, no hay realmente una propuesta cultural seria gubernamentalmente hablando, que llegue a los estratos más bajos de la población, pues por los precios que debe pagar por las entradas a los lugares donde se llevan a cabo los eventos, o se alimenta físicamente o alimenta su espíritu y en eso, no hay lugar a escoger. Salvan a “Horas de Junio” y “Alfonso Ortiz Tirado” la cantidad de buenos eventos al aire libre, no así a “Un desierto para la danza” desarrollado en su mayor parte en los encierros de los teatros y ciertas instituciones universitarias. Loable el esfuerzo, pero siguen siendo muy pocos los beneficiados….
Si nos vamos a las ciudades del interior de Sonora, en los lugares donde existe un encargado cultural, que generalmente es de “cultura y recreación”, o ya muy rimbombantemente, una Dirección Municipal de ídem, a lo más que llegamos es a ver obritas teatrales de ínfima calidad actoral y directiva puestas en escena en las placitas de las colonias, en donde además no falta el bailable de los niños de la escuela de junto y el cantante de ranchero o ya de plano de narcocorridos si tan mal nos va. Ni soñar con buena música rock o con festivales de ballet al aire libre. Tenemos salones de usos múltiples cerrados porque no hay quien haga un uso decente de ellos y donde a lo sumo se dan clases de aerobics, pero ni mencionar una exposición pictórica o fotográfica, porque quienes los manejan juzgan que “no son cosas prácticas y por tanto no le importan a la gente”. No debemos olvidarlo: en nuestra mentalidad anodina, se teme y por tanto –en un recurso fácil- se juzga mal aquello que se desconoce. Después de todo, sociológicamente, es la defensa del grupo contra cualquier cosa donde su cohesión como tal esté en juego.
Pero si de temor vamos a hablar, hablemos también de otro proceso mental en riesgo: el discernimiento. Considerando al discernimiento, como un criterio por medio del cual captamos y declaramos o ponderamos la diferencia existente entre dos o más cosas, entendemos que lo anterior implica la formación de un criterio o una opinión propios. Ello involucra la utilización de todo un complejo de valores que nos ayudan a reconocer propósitos y despropósitos, conveniencias o inconveniencias y las respectivas consecuencias en la toma de decisiones que atañen a nuestra vida. Si la educación formal no apoya el uso del discernimiento, como alternativa radical de socialización y desenvolvimiento cultural, la nuestra será una sociedad de individuos temerosos, apocados, para quienes el emitir una opinión y defenderla será tarea titánica mentalmente hablando, lo que derivará en conformismo social, símbolo también de mediocridad. Recordemos esto: una persona temerosa acepta lo que se le dé sin inferir, sin efectuar una mediana analogía entre hechos del presente y pasado de su nación y en esa pendiente se desliza la nuestra.
Llegados a este punto, es necesario hacer un alto y mirar alrededor: Nuestra gris cotidianeidad nos abruma; no existen incentivos baratos y de calidad a los cuales acceder en un intento a veces desesperado por lograr lo que yo llamo el rescate del espíritu, palabra con un campo semántico bastante amplio por cierto, en el cual van incluidos sinónimos tales como ánimo, alma, raciocinio, quintaesencia, humor, genio, principio, ánima, duende, demonio, timidez, cuerpo, ser, realidad, y, créalo usted: discernimiento.
Curiosidades de la lengua: el discernimiento, un proceso mental básico, es considerado también como sinónimo de espíritu, vocablo por demás definitorio dada la amplitud de otros conceptos con los cuales se le relaciona, como espíritu personal, empresarial, de la época, de nación, etc., noción ésta última que nos viene como anillo al dedo para el tema objeto de este ensayo. Si el espíritu de una nación es una de las manifestaciones de Espíritu Mundial y está de suyo activo en el devenir de la humanidad, deberá considerarse entonces que la aportación mexicana al espíritu mundial ha sido bastante pobre en la etapa correspondiente a los últimos veinte años cultural y educativamente hablando, considerando al espíritu de nación como la suma del espíritu de los individuos que la componen. Es factible la realización aquí de una comparación entre un individuo –su esencia- y el espíritu o esencia de una nación, puesto que a lo largo de su vida el individuo va cambiando sin que para ello tenga necesariamente que cambiar su identidad, mientras que una nación tiene un papel que jugar en la historia mundial y los cambios sufridos por ella –por la suma de sus individuos-necesariamente se reflejan en ese mismo contexto, sin que signifiquen diferencias en la identidad nacional. Llegados a este punto es factible reflexionar entonces sobre nuestro papel como pueblo y las consecuencias a muy corto plazo de la pobre sistematización del pensamiento complejo en los menores.
¿Cómo se llegó a este estado de cosas? Valoremos los hechos desde la óptica educativa del siglo pasado: terminado el período revolucionario, el país necesitaba la instrucción como medio hacia la paz y la estabilidad. En las ciudades, era preciso crear escuelas en las cuales se capacitara al personal de las incipientes fábricas, encomiando la relación entre el hecho de capacitar en sí con el de dominar la lectura a efecto de minimizar riesgos de trabajo. Ponderable resultó entonces la exigencia de los gobiernos post-revolucionarios de que por cada fábrica que se instalara, lo hiciese también una escuela para los obreros y sus hijos, poniendo así la educación al alcance de todos ellos. Era la época Vasconcelista: Una fiebre de libros inundaba al país; los viejos revolucionarios del campo y la ciudad veían en la educación de sus niños el idóneo medio de unión.. Arribó entonces la socializante etapa Cardenista, con el Estado trocando en escuelas los viejos cuarteles y tutorando la instrucción de sus hijos. En el nivel primario, y acogida al Art. 3º. de la Constitución Federal, ésta se volvió laica, sin coste y forzosa, con todas sus consecuencias, desastrosas para unos (dígalo Provida si no), benéficas para la mayoría. Luego vendría el libro de texto gratuito, obligatorio –por su condición esencialmente igualitaria- para su uso por educandos de primero a sexto grados de todas las clases sociales y en cuya creación –ya iniciada la década de los sesentas- intervinieron personalidades de gran renombre en el ámbito cultural mexicano, como el escritor Martín Luis Guzmán y muralistas como David Alfaro Siqueiros, Roberto Montenegro, Raúl Anguiano, Alfredo Zalce, Fernando Leal, José Chávez Morado y Jorge González Camarena (autor del cuadro “La Patria” que se mantuvo como portada de los libros durante diez años y en el que posó como modelo una tlaxcalteca de nombre Victoria Dorantes) entre otros artistas.
Pero no solo en cuestiones artísticas fueron éstos unos libros de avanzada: en sus páginas encontrábamos desde lecciones de botánica -ya nos hablaban de plantas fanerógamas y angiospermas- hasta Historia Universal, pasando por los completísimos libros de Español o –como lo conocíamos antes- Lengua Nacional, no había descuidos en ese sentido.
Desde su inicio, estos libros se han enfrentado a fuertes reacciones por parte de los sectores más conservadores del país, entre los que destacan particularmente la jerarquía católica, la Unión Nacional de Padres de Familia, el grupo Provida y el Partido Acción Nacional, quienes bajo el argumento de que están en su derecho de dar a sus hijos la clase de educación que mejor les parezca, desdeñan el esfuerzo unificador que este tipo de texto representa. Así, no es raro entonces que en los salones de clase, muchas veces sean los propios docentes quienes preconicen los méritos de ejemplares comerciales por sobre los producidos por el Estado mexicano, argumentando muchas veces cuestiones de calidad que en la mayor parte de las ocasiones solo responden a un puntillismo ideológico. Tampoco es entonces raro encontrarse con casos como los sucedidos a fines del año 2005 en el Estado de Guerrero, cuando empleados de la propia Secretaría de Educación Pública vendieron por no muy escasos cinco mil pesos, seis toneladas de libros de texto gratuito… a una empresa de reciclaje. Esto duele y mucho, si se considera que en el país aun existen lugares apartados de los caminos a los cuales los mencionados libros no han podido llegar, llámense comunidades de los altos de Chiapas, Oaxaca, Hidalgo… o Guerrero. Sin embargo, en su edición se han dejado ir errores patentes que en muchos de los casos no han respondido sino a tremendos descuidos editoriales, como el ocurrido en el 2003, cuando mentores de la Dirección General de Educación Indígena de la propia SEP señalaron los errores gramaticales de estos libros y la información falsa contenida en ellos, como un mapa de la República ¡con treinta Estados nada más! errores nada disculpables y que no impidieron a la UNESCO a inicios del 2004, otorgar un reconocimiento como el mejor libro de texto en español.