La causa palestina ha vuelto a la escena internacional, al más alto nivel. Cuando han transcurrido más de 60 años de la enajenación de su territorio e innumerables rondas de negociaciones bilaterales sin resultado, Mahmud Abbas ha hecho bien en dirigirse al Consejo de Seguridad de la ONU, foro máximo de la toma de decisiones a nivel internacional, y solicitar su admisión como Estado miembro.
2011-09-26 12:12:15 / Fuente: Carmen Magallón, Blog Público - España
No pide nada que no les fuera prometido antes, ni a lo que no tengan
derecho: pide que se reconozca a Palestina como Estado, junto al Estado
de Israel. Un Estado con las fronteras de 1967 y Jerusalén este por
capital. Manteniendo una posición que Hamás no apoya, Abbas ha dicho que
su posición no es contra Israel, sino contra sus políticas
expansionistas de construcción de nuevos asentamientos, que van
ahogándoles cada vez más. Una posición que, por justicia, la comunidad
internacional habría de respaldar.
El pueblo palestino tiene
derecho y necesita el respaldo que concede un Estado para recuperar la
dignidad y su territorio y para frenar las agresiones que sufre. Al
pensar en la justicia de esta reclamación, me vienen a la mente las
reflexiones de la filósofa Hannah Arendt, cuya condición de judía no le
impidió criticar actuaciones de Israel desde la lucidez de alguien que
rechaza repetir la historia propia en cabeza ajena. Pues bien, Arendt
escribió cómo la historia muestra que a menudo lo que ha impedido el
disfrute de los derechos a un ser humano ha sido la carencia de una
comunidad de referencia, la privación de una nación soberana en la que
poder vivir como ciudadano el derecho a la diferencia frente a los otros
pueblos. Algo que, según ella, sabían muy bien los refugiados y los
apátridas. Algo que los palestinos llevan años viviendo en su propia
piel.
Estados Unidos ha anunciado que, en la votación del Consejo
de Seguridad, vetará la admisión de Palestina como Estado miembro. Pero
queda la Asamblea General, en la que Palestina podría obtener
suficientes votos para adquirir un estatus de Estado observador, similar
al Vaticano, que, sin ser el que merece, supone cierto avance. Llegado
el caso, esperemos que España, si realmente quiere representar el sentir
de la ciudadanía, vote sí a un Estado palestino.