PAGINAS

miércoles, 25 de agosto de 2010

Chapulín… Leyenda Yaqui de las predicciones



Recopilacion :
Per
la Julieta Ortiz Murray

Hace muchos siglos; en tiempos remotos; cuando El Yaqui reinaba sobre sus hermanos de las naciones Apache, Euleve, Mayo, Opata, Pápago, Pima y Seri, siendo centro de la gran confederación india, existió en el Cerro Zurem un pueblo de yaquis enanitos, ascendientes de los actuales cuyo suelo estaba siendo asolado por una enorme serpiente que apareció en el Norte.

El arribo de este monstruo fue predicho años atrás por un árbol profeta de color cenizo que existía en la mitad de la comarca y el cual hablando como gente sabia, enseñó a los indios el nombre de todos los astros del cielo.

Con este motivo los yaquis tenían establecidos destacamentos militares en varios puntos estratégicos para vigilar los caminos, en espera del fabuloso animal. El primer resguardo estaba en Tetabampo (Aguacaliente) o Vejulbampo. En este sitio los indígenas tuvieron la primera batalla campal con el monstruo, pero las flechas de los guerreros nativos no hacían mella, en el camparazón escamoso de la gran serpiente. Al observar esto los yaquis deciden empeñarse en otra lucha en el.aguaje que se llama Zauguomúgiri (zahuaros balaceados) cuyas consecuencias resultaron funestas a las tribus, pues casi quedaron destruídas. No obstante, sin perder el tiempo y el valor, acordó el Jefe Napohuizaimgizácame (el que tiene como penacho la Vía Láctea) pedir auxilio al Mago Chapulín Guóchimea, mientras un grupo de guerreros entretiene hostilizando al enemigo.

Se comisionó como emisario a Gocobábasela la golondrina, quien plena de ardor patrio emprendió rápidamente el vuelo al través de las extensas llanuras y altos montes hasta llegar a donde estaba Guóchimea. Al hallarse la golondrina, frente al Mago le hizo entrega de la salutación rendida de las tribus y le dijo:

-Guóchimea áchai, mi señor Nápohuizamgizácame, te saluda reverente y en nombre de las ocho tribus indias que domina EIYaqui te pide por la Santísima Trinidad que les des ayuda para exterminar a la serpiente anunciada hace tiempo por el arbol que hablaba, pues hace poco apareció al fin y esta acabando con los indios.

El Mago Chapulín, al oír esto se puso profundamente pensativo e inclinando luego el rostro venerable en actitud mística, comenzó a rezar, después de lo cual, cortésmente repuso a la golondrina:

-Di a nuestro Señor Napohuizaimgizácame que en nombre de Dios Padre, de Dios Hijo y de Dios Espíritu Santo, pronto tendré el honor de poner mis humildes servicios a las órdenes suyas y de los ocho pueblos de Sonora. Dicho esto despidió a la golondrina Gocobábasela recomendándole le trasmitiese, con prontitud el mensaje.

Entretanto, hacia las tres de la tarde, en un lugar llamado Gochimea (muerto por el chapulín), los guerreros esperaban desesperados la respuesta que debería traerles la golondrina,

Mientras el ave mensajera seguía veloz su camino por el espacio el mago, tan luego como se despidió de ésta se puso diligente y atento a afilarse los serruchos de sus patas con las herramientas naturales que tenía a la mano. Llegada la hora de partir se trepó en lo más alto del Cerro Júparoi (mezquites cococorit) y habiendo pronunciado ciertas palabras misteriosas que hasta la fecha nadie conoce el significado, dió tan fuerte con ambos espolones en la cumbre que su salto fué tan grande que una persona andando a pie día y noche apenas podría recorrer la distancia en once días y medio.

Sin haber llegado aún la golondrina y cuando menos lo esperaban los impacientes guerreros, el Mago cayó en el centro del campamento cahita en donde se hallaban reunidos los principales jefes como Zapajizai (penacho de nieve) Napoguizaimgizácame (el que lleva de penacho la Vía Láctea) y Guatachomócame (penacho de chiquihuite). Una vez entre ellos, los jefes y tropa se llenaron de júbilo y fué renaciendo la esperanza de exterminar al enemigo de las tribus.

Pasado el instante del asombro, jefes y soldados en reverentes genuflexiones dieron la bienvenida al salvador. Ya en pie todos, el Mago Chapulín les dijo así:

-Jullabaculiam ziazizahuam nahuemtoja (Júntenme ramas y hojas verdes). Y así lo hicieron con rapidez. Hecho esto las machacaron muy bien y les extrajeron el jugo. Luego, el chapulín; ordenó nuevamente:

-Nechem ae uva simetacachi (báñenme el cuerpo con ese líquido). Guaet cutat jicat yechané (ahora sientenme arriba de ese árbol) y señalaba a distancia, precisamente en el punto e'n donde tendría que pasar la serpiente enemiga y ordenó que se retiraran.

Después de que el Mago Chapulín fué bañado en el líquido vegetal y puesto en el árbol se confundía su cuerpo verde esmeralda con el follaje, de tal suerte que fué acomodándose en una horqueta sin ser visto por el gigante que se acercaba voraz viniendo del Norte para pasar del lado derecho del árbol. Cuando la cabeza de la bestia estuvo al alcance del mago, éste se le dejó ir encima y dándole un par de espuelazos brutales dividió el cuerpo de la cabeza y ésta fué rodando hasta caer a una distancia de cuatro leguas, en el punto que se llama Tenjahueme (boca abierta). Entonces, ya en agonia la cabeza de la serpiente, con una fuerte voz le habló al General Supremo de las tribus, que en aquel entonces era Yazicue (nombre del cerro que se halla a la orilla del mar a inmediaciones de Empalme)

-Yo no pude exterminar al yaqui porque fui vencido por el Mago Chapulin; mi propósito era reinar entre las tribus de Sonora, pero como me derrotó, te advierto e invito a que se cuiden mucho porque pasando los años vendrán del Oriente y Sur unos hombres blancos con armas poderosas que vomitan fuego, Si quieren salir avante en la lucha, quítenles sus propios medios ofensivos y combátanlos sin miedo y descanso; de lo contrario todos serán esclavizados, despojándolos de su territorio.

Yazicue, al conocer la fatal predicción de la cabeza agónica se apresuró a comunicar el vaticinio a los jefes indios, ordenando que lo secundaran en la vigilancia y en la lucha contra el invasor.

Yazicue, al primero que se lo dijo por medio de un emisario fue a Guatachomócame (el del penacho de chiquihuite) y éste lo pasó al Omteme (viejo enojado y cuyo nombre se aplica a la montaña que se localiza a la orilla del Río Yaqui, cerca del pueblo de Vicam), y él lo participó a su inferior Cúbuaé (come mezcal); nombre que se aplica a la eminencia que se encuentra al Oriente del cerro del Omteme, y éste a su vez envía la misma alarma al Gral Corasepe (el de doble labio); nombre con que se designa al cerro que se mira a inmediaciones del pueblo de Tórim; y éste avisa al de más adelante Gral. Akimore (bosque de pitahayas rnoteadas) en donde existe la vivienda o cueva del militar indio; de allí mandaron a un jovencito con el informe para el Gral. R (re) epácame (el de la arracada) y cuyo nombre se dá a la cumbre que se encuentra cerca del Río Yaqui y pegada a 'Tórim.

El cuerpo de la serpiente quedó convertido en piedra formando la elevación que lleva el nombre de Guóchimea. La predicción se cumplió y los yaquis vencierón a los blancos en la lucha.


Cuando el indio hablaba con los animales de uña y ala


En el tiempo cuando los "yoremes" tenían comunicación directa con todos los animales de uña y ala, sucedió esto: hubo un indio de nombre Terohoqui, que quiere decir, tobillo. Tenía por esposa una muy linda yoremita de trenzas chulísimas y ojos grandes. Terohoqui era cazador especial de venados. Yendo y viniendo días y noches, una vez que partió en busca de animales le robaron la mujer.

Cuando volvió a su casa le avisaron lo ocurrido, pero no supieron decirle a dónde se fue ni qué rumbo había tomado. Entonces el venadero se presentó a los jefes, dio su queja y pidió que inmediatamente hicieran las pesquisas del caso. Se reunieron los altos jefes y los ocho pueblos en general, sin que faltara ninguno. Una vez reunidos hicieron las averiguaciones y nadie dio razón de los fugitivos. Entonces acordaron hacer un llamamiento a los animales de uña y ala. Se dirigieron a león, jefe principal de los cuadrúpedos. Este dio orden al tigre su segundo. Este mandó reunir a sus animales subalternos y todos juntos ya, se presento a los capitanes yaquis, el león con todo su ejército. Los jefes indios preguntaron a uno por uno si habían visto a la mujer del venadero y todos respondieron que no. Entonces hablaron al aura que era el gobernador de las aves y éste le ordenó al zopilote, capitán primero, quien mandó llamar al del tambor que era el quelele que tocara a junta. El quelele se elevó al cielo a una altura inmensa, hasta que los de abajo ya no lo distinguieron. En lo alto llamó a los suyos y abajo sólo se oía querrrr querrrr. Era el toque con que mandaba las tropas de ala para que descendieran a la tierra. Pronto comenzaron a reunirse con rumor de tormenta.

A la que iba llegando le preguntaban si había visto pasar a la esposa del Terohoqui, pero respondían negativamente. Entonces el capitán zopilote, dijo que repitiesen los toques con más fuerza por si faltaba alguna de las aves, cosa que hizo el quelele. Al rato se percibió un zumbido. Era un gavilán que llegaba. El ave, tan luego como tomó una poca de respiración, le preguntaron si había visto a los fugitivos y contestó que sí, que los había encontrado hacia la tierra de los Euleves. Inmediatamente se nombraron comisiones competentes.

Delante de éstas iba un emisario para el jefe de los euleves para que los aprehendiera y los enviara amarrados al Yaquí. Al llegar las comisiones, los euleves buscaron a los fugitivos y los aprehendieron en las cumbres de la sierra de Mabavi, y por cordillera los enviaron a los Opatas; éstos a los Pimas, y.los Pimas los trajeron hasta El Yaqui. Los cahita los esperaban reunidos en el Zicchive, debajo de un mezquite. Ante una cruz los desnudaron y recibieron como es de rigor tres azotes en la espalda por parte de cada verdugo. Como éstos eran ocho, uno por cada tribu, les tocaron veinticuatro azotes a cada uno. El castigo se los llevó a la muerte. Este ejemplo aún perdura en El Yaqui y por esto no hay nativo que se atreva a cometer adulterio.

A continuación presentamos una de las varias versiones del mito compartido de Coyote y conejo. Decimos que es un mito compartido porque lo encontramois en culturas tan diferentes y distantes entre sí como .la yaqui, la zapoteca, la azteca y la olmeca, aunque con particular relevancia en las dos primeras.


Coyote y conejo


Un conejo entraba cada noche a comer frijol del frijolar de un viejito y hacía mucho destrozo.

-¿Qué animal estará haciendo esto? -se preguntaba el viejo.

Un día se decidió a poner un espantapájaros. Primero puso uno de piedra, luego otro de trapo. ¡Nada! Por fin hizo un mono de cera de Campeche.

-Con ese sí lo voy a atrapar.

Allí estaba el mono cuando en la noche llegó el conejo a cenar.

Hágase a un lado, hágase a un lado que vengo a comer -le dijo el conejo molesto. Pero al empujarlo para pasar, se le quedó pegada una mano en la cera.

-Suélteme la mano, que traigo prisa. ¿Por qué me molesta si todos los días vengo aquí?

El mono no contestaba. El conejo le dió una bofetada con la otra mano y también se le quedó pegada.

-Suélteme si no quiere que lo agarre a patadas, para eso tengo patas.

Lo pateó y se le quedó pegada la pata. Le di otra patada y también la otra pata se le pegó. Allí estaba, hecho bolita y todavía gritando:

-Suélteme o le voy a dar con la cola.

Nada le contestó el mono. Le dió un coletazo y la cola se le pegó a la cera.

-¿Por qué me agarra? Todos los días ceno aquí, ni quien se metiera conmigo.

¡Y que lo muerde! También se le quedó pegado el hocico. Le dió con las orejas y hasta las orejas se le pegaron. Todo pegosteado y engarruñado estaba al día siguiente, cuando lo halló el viejito.

-¡Ah, conque eras tú! Ahora verás.

Se llevó el conejo para su casa y allí le dijo a su mujer que lo cocinara. La mujer puso a calentar agua. Mientras hervía, el viejo lo amarró en el patio de atrás de la casa. El conejo vio cómo se acercaba un coyote despacito, despacito. Lo llamó:

-Hermano, hermano, ven. Mira qué desgracia la mía, quieren que me case con la hija de esta gente, pero yo no quiero. Mira, yo soy muy chaparro, estoy chico. No me voy a ver bien caminando junto a ella. En cambio tú estás alto y grande. A ti sí te q ueda. ¿No me cambias de lugar?

-Pero no me van a querer a mí -dijo el coyote.

-¡Cómo que no! Tú sí eres de su tamaño, le vas a gustar más.

-¿Tú crees?

-Claro. Desátame y yo te amarro a ti.

Cuando los de la casa salieron por el conejo y vieron al coyote amarrado quedaron muy sorprendidos.

-Yo soy el que se va a casar con su hija.

-¡Que hija ni que nada! y le dieron de palos

Cuando logró desatarse, el coyote todo lastimado salió a buscar al conejo. Lo encontró cerca de unos zopilotes.

-¡Ajá!, me engañaste. Por tu culpa me pegaron!

-No, yo no. Ha de haber sido uno de mis hermanos, somos muchos de familia. No te enojes.

-Te voy a comer, conejo, por haberme engañado. No te me escapas.

-No, espérate, ando cuidando estos guajolotes, me los encargaron. Velos un ratito, ahora vengo. Si te da hambre te comes uno, yo no tardo.

Pero no eran guajolotes, eran zopilotes.

-Está bien. Pero no me vayas a engañar.

El coyote les daba vuelta a sus guajolotes que eran zopilotes. Trató de comerse uno y nada: se fue de hocico contra el suelo, pues los zopilotes volaron. Salió detrás del conejo. Cuando lo encontró le dijo:

-Ahora sí, te voy a comer.

-Ya ni modo, pero no me comas aquí, llévame a esa loma para que veas el paisaje mientras comes. Allá cortamos hojas tiernas para que me comas bien. Aquí me vas a comer todo lleno de tierra, se te pueden quebrar los dientes.

Se fueron.

-Pero eso sí, cárgame hasta allá -dijo el conejo.

-Bueno.

El coyote lo llevó a cuestas todo el camino. Cuando llegaron arriba, el conejo le dijo:

-¿Ya ves? Siempre es bonito comer con buena vista. Voy por hojas para tenderlas para que me comas a gusto, con las manos limpias. Así no te ensucias. Espérame, voy a traer las hojas para tenderte la mesa.

-Bueno.

Salió corriendo y ya no regresó. El coyote daba vueltas, buscándolo, pero ya nunca lo volvió a ver.


Los *surem y el árbol parlante


*(Origen mitológico de la nación yaqui: Se dice que en tiempos muy antiguos, la gran águila creó unos seres casi totalmente de agua, que podían hacer cualquier cosa que se propusieran y a quienes dio la orden de hacerse territoriales, orden que no fue obedecida por todos. Los surem que no obedecieron fueron transformados en los primeros yaquis).


Hace muchos siglos, en tiempos muy antiguos, los yaquis no eran como son ahora. Eran los surem, gente de muy corta estatura que vivían en el cerro surem. Eran pacíficos y no les gustaba ni el ruido ni la violencia. Un día, notaron que había un árbol que emitía unos ruidos que parecían ser como un extraño lenguaje. Este árbol era un gran Paloverde que crecía en la región del Omteme Cahui. (El enojado).

La gente se reunía alrededor de él y los líderes trataban de comunicarse con el árbol que hablaba pero no tuvieron éxito. Ni siquiera los jefes más importantes pudieron interpretar el mensaje del paloverde. Mientras tanto, una muchacha muy joven, Yomumuli, tiraba y tiraba de la mano de su padre y le decía que ella podía interpretar lo que decía el árbol parlante. Al principio, el padre la ignoró y luego se enojó ante su insistencia. Finalmente le dijo : "Muy bien, lo harás en frente de todos y luego se te castigará por tu tontería"

Entonces, Yomumuli se sentó junto al árbol y tradujo palabra por palabra lo que el árbol profetizaba para el futuro de la tribu. Les advirtió de la llegada del hombre blanco, que traería armaduras de metal y nuevas armas. Habría mucho sufrimiento y se derramaría mucha sangre entre los surem, pero, eventualmente, triunfarían sobre sus adversarios. Les profetizó la llegada del ferrocarril diciendo que se haría un camino de acero con un monstruo de hierro en medio. Les dijo que sufrirían por varios años en los que habría mucho ruido y confusión. Tienen que decidir qué van a hacer. Los que no resistan esta situación pueden irse a otra parte para no enfrentar ese destino.

Entonces, los surem se dividieron en dos grupos. Uno de estos grupos se fue y hay quien dice que se metieron al mar y viven ahí todavía. Otros dicen que se convirtieron en hormigas negras y viven debajo de la tierra. Los surem que se quedaron, con el tiempo crecieron a una mayor estatura y se convirtieron en los yaquis, tal como son ahora y fueron tan fuertes guerreros que pudieron derrotar a los españoles cuando estos llegaron.

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