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domingo, 7 de marzo de 2010


La tragedia de Irak contada por sus artistas
Nasser Samarrai, escultor: «El contacto diario con la violencia y el miedo condiciona nuestra obra» / M. A.
Actualizado Domingo , 07-03-10 a las 18 : 31
Detrás de los muros de cemento, controles policiales y titulares sobre ataques suicidas y coches bomba existe una Bagdad oculta, no escondida, en la que intelectuales y artistas se mueven como espectros de un pasado no muy lejano. Toda la tensión y energía negativa que se respira en las calles se convierte en tranquilidad cuando se penetra en este mundo paralelo al Irak de la posguerra.
Sin problemas sectarios, políticos o nacionalistas, en este planeta se habla de amor, de sentimiento, creación y futuro. Aquí se mastica el humo de los cigarros, se nada en té y cafés de almíbar y -pesea la atmósfera profundamente islamista que envuelve al país- se puede terminar una conversación con una copa de coñac en la mano.
Después de tres décadas de dictadura baazista el arte iraquí vive un proceso de revolución ante la llegada de una inesperada libertad. Nadie imaginaba que fuera posible vivir sin el yugo de Sadam. Y los artistas reflejan a la perfección el alto precio que está pagando su pueblo por esta libertad. La violencia de los últimos siete años se ha instalado en la mente de los grandes creadores iraquíes, que, sin poderse quitar tampoco de la cabeza a Sadam Husein, siguen de cerca el proceso electoral y miran al futuro con optimismo. Herederos de una historia milenaria se elevan por encima de las complicaciones del día a día para reflejar con sus obras una visión del dolor nacida de las cenizas de un país que, siete años después de la invasión norteamericana, asiste a un renacer cultural.
Qasim Sabti, pintor: «El nuevo arte iraquí es hijo de la guerra»
Abrió la galería y café «Diálogo» en 1992, cuando Irak estaba inmerso en la posguerra tras diez años de conflicto con Irán y durante estos veintiocho años ha organizado ciento sesenta exposiciones. El Estado no prestaba entonces atención al arte y no se lo pensó dos veces a la hora de apostar por un espacio que se convirtió en la segunda sala privada de arte del país. Su estudio ocupa una segunda planta desde la que se observa el ambiente bohemio que reina en la terraza. Tras la invasión americana tuvo que cerrar cuatro días debido al caos reinante en la ciudad, pero en seguida retomó el ritmo porque tenía el compromiso moral de defender lo que denomina «la última línea defensiva del arte en Irak».
En el año 2006 expuso en París y posteriormente en Tokio y Nueva York. Se convirtió así en el pintor con mayor proyección del país. Quedan muy atrás los años en los que tenía que esperar a que los profesores de la escuela que había junto a su casa arrojaran tizas a su jardín. Con esas tizas realizó sus primeros dibujos sobre la carretera del barrio, dibujos que sus primos protegían para que nadie los pisara y pudieran durar mucho tiempo visibles.
«Nací en el año 1953 y pertenezco a una de las generaciones perdidas por culpa de las guerras estúpidas de Sadam Husein. La mayor parte de mis amigos perdieron la vida en el frente, yo tuve mucha suerte. Dibujantes, escultores o escritores... nadie se libro de tener que combatir. Desde 2003 hasta ahora esto ha sido una lucha constante por la vida. Lo bueno es que comunistas, suníes, chiíes, kurdos... la política se queda a las puertas de mi galería, y en cuanto se entra aquí todos somos iraquíes, nada más.
«Yo he visto la muerte de cerca al menos en diez ocasiones y he logrado realizar obras a partir de esos momentos: el nuevo arte iraquí es hijo de esta guerra. Me causó un gran impacto ver bibliotecas en llamas tras la caída del régimen, ver soldados americanos a las puertas de nuestras bibliotecas sin hacer nada por evitarlo, ladrones pisoteando libros y llevándose mesas y lámparas. Yo me dediqué a salvar libros entre las llamas para luego trabajar con ellos. Los libros son la memoria de un pueblo; y esto es Irak, donde tenemos una civilización milenaria. Yo no tengo 57 años, tengo diez mil años. Sobreviviremos, seguro. Ahora estamos buscando fórmulas alternativas para poder vender nuestro trabajo. Y con ese objetivo estamos cerramos acuerdos con embajadas extranjeras. Ya que los diplomáticos no vienen aquí por miedo a posibles ataques, nosotros iremos a ellos».
Shafiiq Al Mahdi, director general de Cine y Teatro de Irak: «Hitler no era más que un aprendiz al lado de Sadám»
Su teléfono móvil echa humo estos días. Candidatos de las diferentes alianzas le llaman para contar con su apoyo en la cita de hoy con las urnas, pero él se niega a tomar una determinada posición política. Antes de ocupar la dirección del cine y el teatro iraquíes fue decano de la facultad de Bellas Artes y durante los primeros cuatro años de la posguerra se dedicó también a la promoción del teatro infantil. El Teatro Nacional se encuentra en plena fase de remodelación y la ciudad vive un momento de auge con la reapertura de otros espacios cerrados durante los últimos años. En febrero se estrenaron tres obras en Bagdad, y Al Mahdi aspira este año a superar los éxitos cosechados en forma de premios en varios certámenes internacionales durante 2009. Pertenece también a la generación pérdida de la década de los cincuenta, una generación mutilada por la guerra con Irán. En su primer cajón guarda una foto de dos primos ejecutados por el antiguo régimen, cuya tumba fue a visitar el día de la ejecución de Sadam para brindar por ellos y por los nuevos tiempos.
«Sadam me recibió en 1986 y fui a su palacio con mucho miedo. No pude estrecharle la mano porque sabía que esa mano había matado a miles de inocentes. El se molestó, pero me justifiqué diciéndole que sus asesores de protocolo me habían recomendado no tocarle. Me ofreció un coche nuevo, pero le dije que no. Las piernas me temblaban. Era el más criminal de los tiranos, Hítler no era más que un aprendiz a su lado. Pero, aunque resulte paradójico, durante los primeros años de su dictadura vivimos los años dorados del teatro. Luego llegó la obsesión por las guerras y todo cambió. Su caída en 2003 supuso una revolución política, el fin de décadas de la minoría suní al frente del país y el turno de los chiíes, que no tenían experiencia. Esta es una de las razones que explican el caos que se apoderó de la nación. A pesar de todo, los iraquíes hemos superado la situación. Durante la dictadura yo cobraba tres euros mensuales, ahora tres mil. Y lo más importante es que hemos perdido el miedo. Podemos viajar, hablar con extranjeros, criticar a quien nos dé la gana, que no pasa nada. El sueldo mínimo de los actores de la compañía nacional también supera hoy los quinientos euros y puede llegar a triplicarse, algo impensable hace no mucho. La llegada repentina de la democracia está siendo un choque muy fuerte para nosotros y necesitaremos tiempo para asimilarlo, pero no se volverá a repetir la guerra entre sectas. La religión en su forma más extremista no tiene nada que ver con este país. Aunque me ejecuten mil veces, no puedo dejar de perseguir mi sueño de ver una democracia sólida».
Alfred Saman, Premio Nacional de Poesía 2007: «La palabra censura ha desaparecido»
A sus 82 años dirige el Sindicato Nacional de Escritores, que tiene el objetivo de proteger la cultura iraquí. Ayudante personal de Mohamed Mahdi Al Jawahiry -la gran figura de la poesía del mundo árabe obligado a emigrar a Praga en la época de Sadam, que incluso le quiso quitar la nacionalidad iraquí- durante sus años jóvenes. Hace dos años publicó su último libro, una recopilación de poemas de amor, y a lo largo de su vida ha publicado catorce obras de poesía, una de teatro y dos libros de cuentos infantiles. Licenciado en Derecho y militante del Partido Comunista, fue encarcelado en tres ocasiones por sus ideas políticas. El sindicato que dirige organiza encuentros semanales de poesía, relatos y cine y cuenta con departamentos de traducción y publicación. Todo ello de forma independiente y sin ningún tipo de ayuda de las instituciones. En 2007 fue galardonado con el Premio Nacional de Poesía por toda una vida dedicada a la escritura.
«En estos siete años de libertad se percibe en la escritura de los autores iraquíes muchas referencias a la dictadura, cuando la palabra estaba presa, sofocada. Ahora somos libres, gozamos de una libertad imposible durante tres décadas, y por eso asistimos a una auténtica explosión en la publicación de libros. La palabra censura ha desaparecido. El iraquí está sediento de amor, pero las circunstancias de seguridad no nos permiten normalizar las relaciones con los demás. Otro factor que nos cohíbe es la religión, cuya influencia es mucho más intensa que cuando yo era joven. En los cincuenta Irak tenía piscinas mixtas, discotecas, pistas de baile... donde chicos y chicas nos relacionábamos de una forma muy natural, sin tabúes. Hoy eso es imposible, han dejado de aceptarse las relaciones abiertas y se consideran pecaminosas. Tuvimos un hueco por el que progresar y acercarnos a Occidente, pero la religión lo cerró. Quizás en el futuro llegue una nueva oportunidad y eso pasa por la elección de las fuerzas laicas y progresistas para que guíen nuestra política».
Nasser Samarrai, escultor: «Ahora mismo no se puede vivir del arte»
Graduado en la Facultad de Bellas Artes en el año 1988, le tocó dar sus primeros pasos en el mundo de la escultura cuando las únicas inversiones públicas en arte se destinaban a elevar monumentos en honor a Sadam Husein. La mayor parte de su obra es de bronce, pero también se dedica a los grandes formatos en piedra y hace cuatro meses inauguró su «Primavera de la paz», dos grandes palomas en piedra situada en pleno paseo de Abu Nuas que es un llamamiento a la no violencia. Otras obras de gran formato se pueden ver en Babilonia y Hilla.
«Mi estilo es el mismo de siempre, pero lo que han cambiado son los temas. La pérdida de seres queridos, el miedo, la frustración y el contacto diario con la violencia te obligan a expresar ideas y conceptos derivados de esta nueva situación que vivimos. Soy optimista sobre el futuro, pero ahora mismo no se puede vivir del arte. Si el nuevo gobierno logra consolidar una cierta estabilidad, volverá a reactivarse el circuito del arte y ganaremos dinero. Miro al pasado y veo que tampoco fue sencillo, yo no hice ninguna estatua para Sadam, aunque sabía que eso suponía fuertes ingresos. Aquello no era arte, era simple escultura para ganarse la vida. Opté por buscar salidas en el extranjero y viví durante varios años entre Omán y los Emiratos Árabes. Regresé en el año 2006 al país, en mitad de la guerra civil, y desde entonces aquí me he quedado».

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